Te prometiste que esta vez no gritarías.
Hoy ibas a respirar hondo, contar hasta diez, hablar con calma, usar esa voz dulce de madre zen que suena a TikTok. Pero no. Llegaron los platos sucios, el peque pintando la pared con yogur, el perro ladrando, tu suegra llamando para decirte que le pongas calcetines al niño… y tú explotaste como una olla exprés sin válvula. 💥
Y luego vino ella. La culpa. Esa señora que se instala en tu sofá, se pone cómoda y te susurra al oído: "¿No que ibas a criar con amor, bonita?"
Si te suena esta escena, bienvenida al club. No estás sola. Te presento un concepto que puede que no conozcas por su nombre, pero seguro que conoces por dentro: la disonancia parental.
😵 ¿Qué es la disonancia parental?
Es ese choque entre la madre o el padre que quieres ser… y el que terminas siendo cuando la vida real te pasa por encima con tacones. 👠
En psicología se llama disonancia cognitiva, y pasa cuando tus valores no coinciden con tus acciones. En el mundo parental, se traduce en frases como:
-
"Quiero que mi hijo no vea pantallas, pero necesito 15 minutos para tomarme el café caliente."
-
"Quiero educar sin gritar, pero llevo tres días sin dormir y estoy al borde del colapso."
-
"No quería darle azúcar hasta los dos años… pero en la fiesta todos le dieron tarta."
Es la sensación de estar fallando aunque lo estés dando todo. Y lo peor: que nadie habla de esto. Porque da vergüenza. Porque se supone que deberíamos poder con todo. Spoiler: no, no deberíamos.
🎭 Ejemplos reales de disonancia parental
Prepárate para identificarte (¡o para sentirte comprendida por fin!):
-
✋ Te prometes no gritar, pero a las 8:17 de la mañana ya llevas tres gritos, uno de ellos dirigido a la tostadora.
-
📱 Quieres una crianza sin pantallas, pero hoy has dejado que tu peque vea tres capítulos de Pocoyó solo para poder trabajar/media hora de paz/bañarte en paz.
-
🧁 Eras firme con lo del azúcar, hasta que tu abuela aparece con rosquillas “porque a mí también me las daban y salí muy bien".
-
🚫 Dijiste que nunca harías chantaje emocional, pero has soltado un “si no recoges los juguetes, mamá se pone muy triste”.
¿Te suena? ¡Claro que sí! Porque criar es un viaje diario entre lo que soñamos y lo que conseguimos hacer. Y no pasa nada.
😓 ¿Por qué nos hace sentir tan mal?
Porque queremos hacerlo bien. Porque amamos a nuestros hijos como nunca hemos amado nada. Y porque vivimos en una era donde la crianza perfecta se vende en redes sociales como si fuera un menú vegano sin gluten.
Nos han metido en la cabeza que para ser una “buena madre” hay que ser paciente, organizada, amorosa, creativa, con la casa limpia, el niño vestido con tonos neutros, comida casera y una sonrisa en la cara. Todos los días. A todas horas.
¿Perfección? No gracias, tengo hijos.
🔑 ¿Cómo reconciliar lo que quiero con lo que puedo?
Vale, no podemos hacer magia, pero sí podemos bajarnos del tren de la culpa. Aquí van algunas claves para sobrevivir a la disonancia parental con dignidad, humor y amor propio:
💬 1. Normaliza tus emociones
Estás cansada. Estás abrumado. A veces estás triste o enfadada. Y eso no te convierte en una mala madre o padre. Te convierte en humana. Ser perfecta no es una meta. Ser real, sí.
🎯 2. Ajusta tus expectativas
No es lo mismo criar desde el sofá con un café caliente que con un niño trepando por tu espalda y otro llorando en el baño. Sé amable contigo. Lo haces lo mejor que puedes con lo que tienes.
🤗 3. Trátate con el mismo cariño con el que tratas a tu hijo
¿A que no le dirías “eres un desastre” a tu peque por equivocarse? Pues a ti tampoco. Háblate bonito.
📝 4. Redefine lo que es “criar bien”
Criar bien no es no equivocarse nunca. Es aprender. Es pedir perdón. Es intentarlo cada día. Es ser constante, no perfecta.
🎉 5. Celebra tus logros, aunque parezcan pequeños
Hoy jugaste 10 minutos con él sin mirar el móvil. Hoy preparaste cena con verduras. Hoy respiraste hondo antes de gritar. Eso también es criar bien.
🧡 Una última cosa: lo estás haciendo mejor de lo que crees
No necesitas más libros de crianza. No necesitas más consejos. A veces solo necesitas un abrazo y que alguien te diga: “Ey, lo estás haciendo muy bien, incluso cuando crees que no”.
La disonancia parental no es un error. Es la prueba de que te importa. De que reflexionas. De que eres consciente. Y eso, amiga mía, amigo mío, ya te convierte en una madre o padre increíble.
Así que la próxima vez que te pilles deseando educar con amor… y acabes gritando como un dinosaurio hambriento 🦖, acuérdate: la perfección es un mito. Tú, en cambio, eres real. Y eso vale oro.